Araña de sillón

          Debí haber matado a la araña cuando pude. La primera vez que la vi fue mientras leía un libro en el sillón. Acomodaba la cabeza en uno de los apoyabrazos cuando distinguí que salía de la hendidura que se forma en el respaldo. La noté como a unos 5 cm de mis ojos y no quise darle muerte porque pensaba que los animales, insectos incluidos, tienen el mismo derecho a la vida que un ser humano. Soplé, por tanto, para ahuyentarla sin tener que hacerle daño. Cuando vi que volvía a su agujero dejé de tomarla en cuenta y continué la lectura.

          Fue la primera vez que la vi, como dije, y pese a que diariamente me seguí echando un rato a leer e incluso a dormir la siesta en aquel sitio, no volví a tener otro encuentro con su imagen repugnante. Sin embargo, ahora no sé cómo advertir a la persona que reposa a escasos centímetros de su escondite.    

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