Calliphoridae
Creo que nunca daré con el acertijo. Siempre es una, aunque desconozco si será la misma por la similitud que poseen. A pesar de mantener las ventanas abiertas no escapa al exterior, permanece en la oficina. Tampoco se cuela otra ni distingo algún cadáver en el piso. Siempre es una la que parece zumbar en el mismo lugar, como si la encerraran paredes que nosotros no vemos.
Cuando estoy solo desaparece, cuando estoy con algún cliente aparece. Se posa en medio del diálogo y ahí se queda: yendo y viniendo, distrayéndome con su vuelo que parece hacer rombos en el aire o molestándome con su vibración al sobrevolar las cercanías de alguna parte de mi cara.
Cuando el cliente se retira lo encamino a la entrada para despedirlo (el ritual de lo que la formalidad dicta), luego vuelvo presuroso a la oficina para ver si consigo ver dónde se oculta. Busco en el techo, en las paredes y en los muebles, pero nada, aunque sé que no se ha ido, aguarda escondida para volver a aparecer cuando parte la conversación con otro cliente.
Se me ocurrió, en una ocasión, que a lo mejor nace del enredo de fonemas que interactúa en la sala. De ser así, y mirándolos desde una amplitud microscópica, éstos deben ser negros y diminutos, atrayéndose y prensándose con tanta fuerza cada vez que se encuentran en el aire que terminan convertidos en el animal que se queda haciendo rombos en mitad de la sala; pero si así fuera tendría un insecto por cada persona que atiendo y eso no es lo que sucede, a menos que cada uno de ellos nazca de la conversación y muera una vez que finaliza. Esta idea, al menos, me permite entender por qué la vida de mi visitante parece rebasar los límites señalados por la ciencia, aunque no me explica por qué no descubro ningún cadáver en el piso.
La tragedia del caso, no obstante, es que mi clientela disminuye. Deben darse cuenta que mi concentración permanece en lo que hace el bicho recién parido pese a mi esfuerzo por disimular que no lo miro; después de un rato ya no sé lo que hablan, me extravió de su trama y comienzo a preguntar cosas que ya me habían dicho.
Antes venían muchos, ahora vienen pocos. Antes era mucho más perceptivo, conseguía dar solución a sus quejas, ahora sólo los uso para hacerla salir y descubrir dónde se oculta o se va su cadáver una vez que han salido de la oficina.