Cápsulas de agua

La tengo a mi lado, y por un rato logro sentirme en calma sin pensar en nada. Tal vez porque la tengo a mi lado.

El mar está al frente, el viento arrastra la salinidad del océano más allá de la costa en pequeñas cápsulas de agua. Algunas chocan con mi rostro dándole minúsculos estallidos de frescor bajo un sol que abrasa.

Me siento en paz, así debería ser siempre, pero sé que esta sensación es tan diminuta como las partículas de agua que se estrellan en mi cara.

A ratos me mira a través de sus lentes oscuros mientras mis ojos nadan fijos en el mar. No sé qué pensará cuando lo hace ni me animo a idear que será. De pronto siento la suavidad de sus dedos por mi hombro, su palma entera; el viento de su voz en el túnel de uno de mis oídos; sus labios haciendo un beso con uno de los míos; al final su cara desvistiendo un alegre rubor cuando se aleja...

Así debería ser siempre, al menos eso creo, aunque la lógica dispuesta en la vida exija que la calma vuelva a turbarse y las diminutas cápsulas saladas ya no tengan un rostro que golpear.

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