Océano

Te ahínca en un socavón transparente, en una piel diamantina

que es superficie y talud al mismo tiempo.

Evoca cristalería derramada, cuarzo licuado o diáfana claridad

en el abismo basalto.

Un alba sin luz en el movimiento que cae o espuma blanca

en el balance del cuerpo. La hora intensa, alguien más lo sabe.

Iris de un ojo inmenso,  Leviatán en el globo  

o ilusión de vidrio molido reverberando al revés de un espejo.

Parece ser diáfano/negro, plateado/luna

o gota celeste atrapada en la mano oscura del cosmos.

Estalla, se quiebra y compone. Vuelve a flagelarse.

Arrulla la permeabilidad de una pluma  

mientras cuaja la solidez perenne.

Es abrevadero colosal sobre la cabeza caída de las montañas.

Imagen al fondo de cualquier catalejo. 

Noé insomne. Sustancia ubicua. Ser imbatible. Poseidón no es tal.

El rojo se asfixia, se orilla. Se esconde en la altura o en catacumbas.

A su reitro: el desierto, cadaver expuesto, acuosidad descompuesta.

La propia demacración.

Meridiano insondable, Estigia clavada en la evolución de la raza.

Paso obligado, esencia en el cántaro de acuario, vía láctea derramada.

El azul es primero.    

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