De quién es el calor que se posa
Sobre una de mis piernas
Sin que venga del sol que alumbra
La lejanía de una ventana
O sea el de mi propio cuerpo que yace
En el letargo de una sombra.
Quién entibia uno de mis muslos
Cuando el resto de mis extremidades palpan
La fría humedad que cala el empedrado.
Quién me trajo al fulgor de la vida
Cuando permanecía en la distancia.
Quién vino a disiparme el olvido
Cuando la lucidez no tenía memoria.