Lemniscata

                Se aterró al despertar en un lugar tan brillante. Desconoció el sol que entraba por la ventana y a las personas en los retratos que estaban repartidos por los muebles. Tampoco supo distinguir lo que llevaba puesto.  Se levantó de la cama, examinó los objetos de la pequeña habitación, pero todo le resultaba ajeno. Caminó hacia un espejo y su aspecto le fue indiferente, se dio vuelta y se dirigió hacia el mueble que tenía enfrente, tomó uno de los retratos y notó que dos personas le sonreían, aunque no reconoció a ninguna. 

                - En dónde me encontraré – pensó –

                Volvió a examinar la pieza y vio que tenía dos puertas, se acercó a una de ellas y la abrió. Al ingresar un tonó azul claro le invadió los ojos. Tocó las cosas que allí había con una de sus manos y sintió que estaban frías. Giró una perilla y se entretuvo un rato cerrando y dejando correr el agua que salía por un tubo. Levantó la cabeza y un espejo hizo que se encontrara con un rostro que le demandó algunos segundos averiguar de quién era. Salió de la pieza azul y mientras se detenía en el umbral de la puerta, volvió a examinar el  cuarto en que se hallaba.

                - Qué será todo esto – volvió a preguntarse –

                Hizo una segunda evaluación y sus ojos se clavaron en la otra puerta que había. Caminó hacia ella y la abrió, encontrándose con una larga pared revestida en madera que, hacía su izquierda, finalizaba en lo que parecía ser otro cuarto, aunque de una dimensión mucho mayor con respecto al que se hallaba.

                Salió temerosa, casi arrastrando los pies, produciendo un molesto sonido contra el suelo del que no era consciente. Atravesó el pasillo de madera y se detuvo justo antes de llegar a la enorme habitación. Su dimensión pareció intimidarla y al realizar otro examen del lugar notó que tenía una gran cantidad de habitaciones en los costados. Avanzó con la mente en blanco, ningún pensamiento revoloteaba por la concavidad de su cráneo. Se asomó con timidez por la habitación más cercana, como si quisiera cerciorarse que no hubiera nadie dentro. Un tono rosa fue lo primero que entró por sus ojos. Echó otro vistazo, con tan sólo su cabeza asomando al interior, para luego introducir el resto de su cuerpo con un andar torpe y cansado. Cuando quiso tomar las primeras cosas que encontró, notó que en una de sus manos tenía una fotografía de dos personas sonriendo.

                - ¡Va y esto! – exclamó sorprendida –

                Dejó el retrato en uno de los muebles del lugar y se agachó para hurgar entre las cosas. Movió algunas, como queriendo ordenarlas, dejándolas en otra posición. Rotó luego hacia su izquierda y repitió el mismo ejercicio con el resto de los objetos que descubría. Balbuceó unos quejidos cuando quiso enderezar su postura. Giró después hacia el lado que le faltaba explorar levantando apenas sus pies y se quedó petrificada al encontrar una muñeca sentada en una sillita. Se acercó despacio, sin dejar de mirarla, le sonrió y llevó ambas manos hacia su pecho. Canturreó algunas letras desconocidas mientras desde la cintura se balanceaba de izquierda a derecha, bailándole. Luego se inclinó hacia adelante, todavía con sus manos en el pecho, de modo que su cara quedó a poca distancia del rostro de la muñeca. Le expresó innumerables frases con tono cariñoso, la tomó entre sus brazos y caminó hacia la salida del cuarto, indiferente esta vez, a todas aquellas cosas que minutos atrás le parecieron tan llamativas. Se detuvo en la entrada intimidada otra vez por el enorme espacio de la habitación cuadrada. Dialogó con la muñeca diciéndole que no tuviera miedo de abandonar la pieza. Salió despacio observando de arriba abajo la gran dimensión sin notar que sus brazos asían con más fuerza la muñequita que cargaba. Volvió a contemplar la gran cantidad de entradas por los contornos del cuadrado sin decidirse a cual ir. Se deslizó, casi moviéndose como lo haría un esquiador sobre la nieve, hacia una de las entradas que tenía a unos cinco metros frente a ella. Al llegar, se sintió invadida por el color blanco. Observó las cosas, como era su costumbre, desde el umbral, y notó una mesa puesta en el centro, un lavaplatos al lado de una cocina y una gran cantidad de utensilio colgando en el borde de una de las paredes. Con decisión, esta vez, se acercó a la mesa y sentó a la muñeca en una de las sillas, tomó algunos individuales y los acomodó frente a ella. Luego se dirigió a la cocina y en un acto, digiéramos automático, agarró la cosa más grande que encontró y la llevó al lavaplatos para llenarla con agua. Después sacó un cucharón que colgaba de la pared y tomó la olla que había llenado con agua, trasladándolos hacia donde había dejado la muñeca, acomodándolos en la mesa. La imagen daba la impresión que daría de comer a un duende con los utensilios de un gigante. Al terminar volvió a la cocina y cogió unos ajos que comenzó a desmenuzar con sus dedos, de pronto se detuvo, como si hubiera recordado algo que dejó pendiente, salió del cuarto blanco con prisa y mientras se deslizaba por los muebles de la gran habitación detuvo el paso y se quedó estática, como pensando. Al volver en sí se descubrió en medio de un gran espacio amueblado. Echó nuevamente un vistazo al lugar donde se hallaba y notó que se encontraba en una enorme habitación rodeada por numerosas entradas. Sintió miedo en su soledad y sollozó desconsolada. Miró a su derecha y la sorpresa de tener una entrada a no más de un metro de distancia distrajo su pena. Metió únicamente la cabeza y notó como un tono café le llenaba los ojos. Miró de izquierda a derecha estudiando el espacio bellamente decorado. Entró y, sin advertir por qué, sintió que los muebles del lugar sacudían el olvido de su fatigada memoria, reconfortándola. Recordó la música de antiguos bailes, vestidos elegantes y viejos chismes que sus amigas le habían referido. El júbilo que la abordó en esos minutos la hizo hablar y reír donde no había nadie, como si otra vez estuviera en los albores de un tiempo que ahí no se encontraba. Tomó asiento en una de las sillas y de a poco comenzó a dormirse entre espasmos de risa.

                Al cabo de un rato un golpe en una puerta la despertó seguido de una voz que gritaba: ¡Tía! una y otra vez. Asomó su cabeza por fuera del cuarto marrón y vio que una mujer que desconocía se dirigía donde estaba.

                - ¡Qué hace todavía en camisón de dormir tía por dios! – le dijo – ¡ Ya vaya a cambiarse!

                Al ver que no hacía caso, la tomó del brazo y la forzó a salir de la habitación café. 

                - ¡¡¡Suéltame!!! – le gritó con enfado, zafando su brazo con agresividad.

                - ¡Siempre es lo mismo con usted tía por dios! ¡¿Hasta cuándo?! – expresó decepcionada la mujer, tomándola de las manos esta vez – ¡Uff! ¡Esta pasada a ajo! ¡¿Qué estuvo haciendo ahora?! ¡Ya vamos y cámbiese! ¡Son las 12 del día y todavía anda en camisa de dormir!

                La llevó a su pieza, sacó ropa de un mueble y la dejó sobre la cama. La miró con enfado y le ordenó que se vistiera. Al salir del cuarto se dirigió a la cocina y cuando entró vio que todo estaba en desorden. Descubrió la muñeca sentada y los utensilios puestos sobre la mesa. Al verificar el lavaplatos, observó los ajos picados alrededor. Exhaló un largo suspiro de absoluta indefensión. Ordenó las cosas, tomó la muñeca y la llevó a la habitación de su nieta. Al entrar tuvo que hacer lo mismo con los juguetes que su tía había desordenado.

                - Todos los días lo mismo con esta señora – susurró apenada –

                Tomó el retrato de su tía junto a su esposo y regreso al cuarto.  Al entrar vio que ésta aún no se vestía con la ropa que le había escogido. Dejó la foto sobre una mesita y sin dirigirle una palabra salió desmoralizada de la pieza, cerrando la puerta tras suyo.

                Cuando otra vez estuvo sola, la anciana examinó la foto que la extraña había olvidado sin reconocer a las personas que le sonreían. Abrió la puerta principal sosteniendo el retrato en la otra mano, y se encontró con una larga pared revestida en madera.  

 

   

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