El viejo volvía a calentarse cada vez que sentía
la hediondez de la harina de pescado;
nada aviva mejor el recuerdo que el aroma de las cosas.
Para él era la imagen dentro de un cuartucho,
su falo y el cuerpo desnudo de una mujer
rechinando sobre un catre oxidado.
El hedor a pesquera coronaba su idilio
mezclándose con el del sexo hasta suplantarlo.
Con el tiempo el viejo entendió la perversión que lo calentaba;
El tufo de la harina de pescado era el de su falo
Y el de la mujer que follaba con desmesura.
* idea tomada de la historia que le oí contar a un viejo en la barra de un barra