Problema con el agua
Cada vez que salía a regar la enorme superficie de su jardín algo ocurría. Vivía solo y apartado, pero a pesar de ello, la presión de la manguera que impulsaba un potente chorro de agua disminuía al cabo de algunos minutos. Este hecho, que empezó a ser reiterativo de la noche a la mañana, ocasionó que J… comenzara a mirar cada tanto hacía la llave para cerciorarse que nadie la estuviera manipulando mientras regaba, pero no alcanzaba a distinguir ninguna sombra o algún movimiento entre las ramas de los árboles que diera cuenta de otra persona. Pensó en una burla, pero era imposible que alguien se trasladara más de 3 km sólo para molestarlo los días de la semana que destinaba a regar el patio. Pensó, después, en alguna falla de la tubería principal, pero este hecho también lo descartó puesto que en el resto de la casa la presión era normal y el flujo del agua jamás disminuía. Un tercer análisis lo llevó a observar la extensión de la manguera para ver si se trataba de alguna obstrucción o fisura, pero al revisarla el resultado fue negativo.
Pasado un tiempo se las arregló para continuar regando con la poca presión que tenía, aunque sus nervios se crisparon cuando el agua se cortó de golpe y descubrió que la llave de donde salía la larga manguera del jardín no sólo estaba cerrada sino que además se había apretado con tanta fuerza que necesitó de un alicate para poder aflojarla. Cuando consiguió liberar el flujo, volvió al otro extremo de la manguera, pero el agua cesó apenas la tomó para seguir regando. Con algo de recelo regresó a la llave sólo para darse cuenta de la misma situación. Volvió a tomar el alicate para abrirla y se quedó mirando el artefacto largo rato para ver si otra vez se cerraba. Como nada ocurrió, regresó al otro lado de la manguera. El agua escurría sin problemas y dudo un momento antes de levantarla. Cuando lo hizo alcanzó a regar unos segundos antes de que el último chorro de agua desapareciera en el tronco de un árbol. J… entonces decidió no insistir y dio por finalizada la disputa.
A la mañana siguiente regresó a la llave y descubrió que podía abrirla sin necesitar el alicate. Tomó la manguera y comenzó a regar la porción del jardín que había dejado pendiente. Al cabo de tres minutos el agua volvió a cortarse.