Propagación

Es algo común que haya que sacudir la frazada donde se echa el perro para sacarle los pelos y dejarla ventilando, de lo contrario, ocurriría lo mismo que pasa con las sábanas de la cama si al pasar el tiempo no se ventilaran o echaran a remojar para quitarles el mal olor que bota el cuerpo. 

El caso es que en una ocasión salí al jardín para sacudir la frazada de mi perra. Era mediodía y el sol estaba en el pináculo de todo cuando comencé a agitarla. Incontables fueron los pelos que se desperdigaron bajo el sol de verano, brillando como las espigas del maíz cuando una ráfaga repentina las altera. Fue entonces cuando advertí pequeñas motas negras en la mayoría de los filamentos rubios de la perra; volando, como si se tratara de diminutos parapentistas que se desplazan por el aire. Microscópicos puntos negros aferrados a los pelos y que, sin querer, alcanzanban otros lugares del jardín o entraban a las piezas de los vecinos sobrevolando los muros divisorios. Eran pulgas, que similar a un ejército de soldados, descendían en paracaídas y comenzaban a dispersarse por los patios traseros y ventanas hacia las casas de todo el barrio sin necesitar las cuatro patas de un perro para iniciar una nueva colonia. Pulgas, que al haber sido disparadas fuera de la frazada tuvieron la oportunidad de observar, desde una altura muy superior a la de uno de sus saltos, la enorme cantidad de perros y humanos que se propagaban por el barrio.

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